Estábamos todos reunidos.
Cumpleaños familiar.
Comida larga, sobremesa de risas, niños corriendo por el jardín.
Mi madre había preparado un detalle para sus nietos.
Cuatro muñecos, muy populares, que había envuelto por separado. Todos distintos.
Y los repartió de forma aleatoria: sin nombres, sin orden, sin favoritismos.
Los niños rompieron los papeles con entusiasmo.
Gritos, carcajadas, emoción… hasta que una de mis sobrinas se quedó congelada.
Al abrir el suyo y algo se cayó dentro de ella.
También los hombros.
La comisura de los labios.
Las mejillas.
La mirada.
“Pero yo no quería este. Quería otro.” Sollozó.
El rechazo fue inmediato y total.
No quería mirarlo. Ni tocarlo.
Como si el simple hecho de haberle tocado ese muñeco fuera una injusticia.
Una decepción sin consuelo.
Una rabieta infantil, habría dicho cualquiera.
Pero entonces su madre le dijo algo que cortó el aire y lo volvió sagrado:
“Puede que sea más feo o más bonito, más pequeño o más grande, mejor o peor que otros… pero tiene una cosa que lo hace único y especial: es el único que es tuyo. Así que cuídalo y trátalo como se merece. Porque es el tuyo.”
Eso que tienes hoy, eso que no elegiste, eso que quizás rechazas…
Es tuyo.
Tu situación actual.
Tu cuerpo.
Tu pareja.
Tu cuenta bancaria.
Tu nivel de energía.
Tu historia.
Puede que no sea lo que soñaste.
Puede que no lo desees.
Pero es tu punto de partida en este momento.
Y mientras lo sigas rechazando, te seguirás quedando atrapado en el mismo lugar disfrazado de búsqueda espiritual.
¿Quieres algo nuevo?
¿Una vida más libre, más auténtica, más grande?
Empieza por dejar de despreciar lo que ahora mismo es.
Porque lo que rechazas, se resiste.
Y lo que agradeces, se transforma.
No estás aquí para quejarte del muñeco que te tocó.
Estás aquí para recordar quién eres mientras lo sostienes.
Y desde ahí, SER más. DESEAR con pureza.
Porque desear mientras rechazas tu punto de partida es como querer volar sin gravedad: no hay dirección, no hay claridad, no hay raíz.
Mira tu vida ahora mismo.
Con brutal honestidad.
¿Qué estás despreciando que necesita ser honrado?
¿Qué estás negando que, al ser abrazado, se volvería fértil?
Ahora, en lugar de seguir peleando con lo que es, haz algo diferente.
Reconócelo.
Agradécelo.
Y respira dentro de eso.
No porque sea el destino final.
Sino porque es el único punto de partida real que tienes.
Y desde ahí —no desde la huida, sino desde la verdad—
puedes empezar a desear algo más grande.
No para escapar.
Sino para manifestar.
No para tapar.
Sino para expandir.
Porque eso que ahora tienes, si lo honras,
se convierte en energía disponible.
Y cuando hay energía disponible,
el deseo se vuelve creador.
Ahí empieza la transformación real.
Ahí empieza el nuevo tú.
Que tu luz ilumine el mundo.
Me ha gustado mucho está reflexión.
Toca aceptar .
Namasté ,Mayte gracias.
✨Que estupenda reflexión!
Ya que por costumbre, porque ni siquiera es sencillo, preferimos poner resistencia a eso que no deseamos en nosotros o nuestras vidas. Así que, a practicar más la aceptación y el agradecimiento y de esa forma entrar en el mood de cambio y crecimiento personal